Conservar ya no basta, se debe restaurar la selva amazónica

Aproximadamente 2 millones de km² de la selva amazónica han sido deforestados o degradados. La restauración forestal es esencial para evitar que la Amazonia alcance un punto de inflexión que liberaría más de 200 mil millones de toneladas de CO2 a la atmósfera.

General22/01/2023EcoObjetivoEcoObjetivo
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Conservar ya no basta, se debe restaurar la selva amazónica

Se calcula que desde 1985 se han talado más de 870 000 km² (~87 millones de hectáreas) de bosques primarios en el bioma amazónico. Esta superficie es mayor que los territorios de Francia, Reino Unido y Bélgica juntos. Las causas de la pérdida de bosques son varias en los ocho países por los que se extiende el bioma: Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela, y el territorio francés de ultramar de la Guayana Francesa.

El principal motor de la pérdida de bosques en la Amazonia es la expansión de la frontera agrícola y la conversión de los bosques para usos agrícolas, principalmente pastos y la producción de materias primas como la soja y la palma aceitera. Sin embargo, otras actividades también se destacan en la dinámica de pérdida de bosques en los países amazónicos, como la tala y la explotación de minerales, gas y petróleo. En la Amazonia peruana, por ejemplo, la extracción de oro es uno de los principales motores de la deforestación.

La mayor parte de la deforestación se realiza ilegalmente. Solo en la Amazonia brasileña, por ejemplo, se calcula que más del 98% de la deforestación se llevó a cabo sin estudio ni aprobación de los organismos responsables. En países como Colombia, Perú y Bolivia, las actividades ilegales también ejercen una fuerte presión sobre los bosques.

Los bosques degradados comprenden un área aún mayor que la deforestada y se estima que se extienden a alrededor de 1 millón de km2 en 2017. Entre 2007 y 2019, la superficie total deforestada en la Amazonia brasileña fue de 99 630 km², mientras que la superficie degradada fue el doble (198 059 km²). La degradación forestal está causada por muchos factores, entre ellos, la tala selectiva, los incendios forestales y la fragmentación de los bosques.

Los cambios en la estructura forestal y en el balance energético de la superficie pueden alterar funciones ecosistémicas críticas que garantizan el mantenimiento de los bosques y les confieren un alto valor ecológico, como la capacidad de enfriar la superficie, amortiguar los extremos climáticos y los incendios forestales, almacenar grandes cantidades de carbono y reciclar nutrientes y precipitaciones. Todas estas funciones, ciertamente enormes, que desempeñan los bosques amazónicos, benefician a toda la humanidad.

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Vista satelital.

Una economía del bosque en pie

En conjunto, la superficie forestal deforestada y degradada en el bioma amazónico alcanza aproximadamente los 2 millones de km². Es decir, alrededor de un tercio de la selva amazónica ha sufrido o sigue sufriendo algún tipo de perturbación humana. Estas tierras abiertas y degradadas pueden ser una oportunidad valiosa y subutilizada para los mercados de carbono y los sistemas agroforestales para lograr un doble objetivo: conservar los bosques que quedan y construir cadenas de mercado sostenibles para los productos de la biodiversidad. Estos pueden en turno generar oportunidades de empleo para las poblaciones locales, creando desarrollo socioeconómico al tiempo que se restauran los ecosistemas amazónicos. En suma, son esenciales para el desarrollo de la nueva bioeconomía forestal en pie en la Amazonia.

La restauración forestal es una necesidad urgente para reconectar los ecosistemas amazónicos y sus objetivos varían según la categoría de uso del suelo. Restaurar la biodiversidad y la función ecológica lo más cerca posible del bosque remanente puede ser un objetivo dentro de las áreas protegidas gestionadas principalmente para la protección de la naturaleza. Mientras tanto, recuperar las reservas de carbono puede ser un objetivo en la cubierta forestal que no está totalmente protegida por la legislación.

La restauración forestal requiere planificación, inversión, monitoreo y, sobre todo, un firme compromiso gubernamental con la restauración a gran escala en la Amazonia. La planificación requiere, entre otras cosas, la identificación de las zonas que se convertirán en prioritarias para las iniciativas de restauración.

Del Arco de la Deforestación al Arco de la Restauración

Las zonas deforestadas deben ser una prioridad no solo por su mayor necesidad de restauración, sino también por su nivel de vulnerabilidad ante escenarios de cambio climático. En Brasil, históricamente, la deforestación se ha concentrado en la frontera del bioma Amazónico, una región en forma de arco que es particularmente frágil porque hace la transición entre los biomas Amazónico y del Cerrado, donde la dinámica ecológica y climática es más compleja. Sin embargo, debido a la intensa deforestación y a la aparición de incendios, esta zona también se conoce como el Arco de la Deforestación.

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Los estudios han señalado que ya han comenzado los cambios en el clima de esta región, lo que se evidencia en el aumento del número de días secos y el acortamiento de la temporada de lluvias. Además, esta región empezó a emitir más CO2 que su capacidad de absorción.

El Arco de la Deforestación puede extenderse a otros países amazónicos, alcanzando la zona de intensa deforestación en la región norte de Bolivia y el centro de Perú, formando un gran arco en el sur del bioma Amazónico. Otro arco puede identificarse en la parte oriental de los Andes, donde la deforestación se ha intensificado. Ambas zonas deben convertirse en "Arcos de Restauración" y pasar a ser prioritarias para las iniciativas de restauración.

Fuente: Foro Económico Mundial

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